Primero hagamos contexto:
Hablar de empresarios en Venezuela nos invita a recordar las bases económicas que permitieron la definición de lo que hoy podemos llamar el ADN del Empresario Venezolano. Estas bases se remontan al cambio vertiginoso de una economía agrícola modesta (aún para época), hacía una economía petrolera que dio sus primeros pasos en la época de la dictadura de Juan Vicente Gómez. En 1911 comienza la primera y gran cacería petrolera en Venezuela, pero es en 1914 cuando se perforó el primer pozo en Mene Grande (Zulia) llamado Zumaque 1 y en 1917 se exportó el primer cargamento de petróleo venezolano con 21,194 toneladas. No es sino hasta el año de 1922, cuando el mundo conoció realmente la riqueza del subsuelo venezolano con el reventón del pozo Barroso 2 en el campo La Rosa, cerca de Cabimas (Zulia). Este pozo lanzó durante nueve días un chorro incontrolable de más de 100.000 barriles diarios de petróleo.
El éxodo masivo desde el campo hacía las zonas en ese entonces más urbanizadas, producto de la explotación progresiva del petróleo, permitió construir una nueva forma de relacionarse desde lo económico. Las grandes trasnacionales estadounidenses hicieron su parte en nuestra cultura actual, el que seamos un país beisbolista no es casualidad. Así comenzaron a nacer empresas nacionales ligadas a la actividad petrolera. La profesionalización estaba dirigida fundamentalmente a generar profesionales aptos como empleados que soñaban trabajar en la gran PDVSA. “Trabajando en PDVSA te pones rápido en casa, carro y viajes” decían muchos padres a hijos que iniciaban con entusiasmo en algunas de las universidades públicas y privadas del país.
El comercio por igual floreció, ya que había segmento importante de la población persiguiendo un puesto en una empresa relacionada con el petróleo, algunas personas (muchos de ellos extranjeros), iniciaron negocios tipo comercios en la “tierra prometida” Venezuela, hoy día esas empresas aún sólidas, son las que albergan y dan trabajo a un gran número de venezolanos.
No hay duda de que el petróleo llegó con la oportunidad de un flujo de caja dinámico producto de una renta, en teoría significa poco esfuerzo y mayor ganancia. Había mucho dinero para gastar, los que trabajan de empleados para las empresas petroleras eran felices porque ganaban lo suficiente para sobrepasar sus expectativas de calidad de vida, y los pocos que se dedicaron al comercio eran felices porque los que venían de las empresas petroleras gastaban mucho en cosas baratas al costo y relativamente caras al precio de venta para el consumidor final. Es parte del principio de la economía especulativa que vivimos hoy. ¿Preocuparse por el mañana? ¿Para qué? “El petróleo nos hace felices hoy”. Era el pensar de la sociedad en letargo rentista.
Pero la vida tiene formas curiosas de recordarnos que nada dura para siempre. Corrupción desmedida, fluctuaciones en los precios internacionales del petróleo, populismo y falta de planificación estratégica nacional generaron una acumulación de males económicos que hoy vive el país de la forma más cruda posible.
Y ante la crisis, la pregunta es: Si ya no es el petróleo ¿para qué otra cosa somos buenos?
El talento humano venezolano es altamente profesionalizado, estudios de tercer y cuarto nivel avalan una base científica en movimiento. Pero esa estructura de profesionales, muchos de ellos, salían a las calles con la intención de emplearse. El emprendimiento no existía hace 20 años atrás como filosofía de gestión, y era más cómodo ostentar un cargo en una empresa o cargo público en los cuales se trabaje o no, aún se cobra el “quince y último”, un callejón sin salida lo llamo yo.
Pero en crisis, pagar a un profesional es un costo muy alto, piensan algunos empresarios. Comienza así este espléndido movimiento hacía el pensar: “si me formé, no quiero trabajarle a nadie, quiero montar mi propia empresa”. Pero ¿cómo ser empresario en un país donde culturalmente la renta petrolera hizo pensar que un horario de 8 horas es comodidad laboral y un sueldo de quince y último es estabilidad económica? Aquí inician los grandes problemas de muchas Pequeñas y Medianas Empresas que nacieron bajo la intención del emprendimiento emergente pero que se crearon aún con el sesgo de la cultura de la “riqueza fácil” de la renta petrolera.
Las Verdades:
Con relación a estos puntos, es posible desarrollar mucho contenido ya que es un tema extenso. Sin embargo, para efecto del análisis, se mencionarán 5 verdades “incómodas” de la filosofía empresarial aún en práctica en el país:
Mito: “Dedícate a vender, que las ventas tapan los huecos de administración”.
Mito: “Entre familia nos entendemos en los negocios”
Si no hay una sana relación familiar, es mejor tener cuidado el decidir un emprendimiento empresarial en familia, en muchos casos se convierte en factor de rupturas irreconciliables, más que por el posible dinero de por medio, por mala comunicación en el núcleo familiar que se traslada a la empresa.
Mito: “No importa si el cliente que se va, igual volverá, yo soy el único que vende esto…”
Mito: “La empresa da para todo”.
Mito: “¿Para qué cambiar? Si igual me van a comprar”
Si de los puntos anteriores, se sintió identificado con 1 o 2, no se alarme, aún hay tiempo para aplicar las acciones necesarias. Si por el contrario se identificó con 4 o 5, eso es una alerta de que es hora de darle un giro de 180° a su empresa. Seguir esperando que las cosas mejoren para cambiar es una mala apuesta. Hay que reinventarse en crisis y con ello sentar un precedente de calidad para expandirse en bonanza.
En hora de generar resultados diferentes.
Leonardo Soto.
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